domingo, 16 de agosto de 2009

Crónica de viaje


De mi punto a Comas


Partiendo de San Borja hasta Comas, un distrito al cual jamás había ido, arriesgándome a una nueva aventura


Quise dormir el domingo plácidamente sin que nadie me moleste, levantarme más o menos a las doce del medio día y ver televisión, pero una llamada inoportuna me levantó a las nueve y media de la mañana, era mi mejor amiga, Nuria, diciéndome que vaya a su casa para ir a Comas a hacer de una buena vez el trabajo que nuestro profesor de periodismo II nos había dejado, este constaba de subirnos a un micro y observar cada detalle de todo, y cuando digo todo, es TODO…


Con el dolor de mi corazón tuve que abrir mis dos ojos y entrar a la ducha, hacía tanto frío que daba mucha flojera, pero yo soy de las personas que no pueden salir de casa sin antes bañarse, así es que me alisté y salí de casa lo más rápido posible.


Tome el carro ATE – ATE rumbo al ejército, es allí donde vive Nuria, me senté en un asiento de uno, saqué mi libreta de apuntes y recé para que ocurrieran cosas fuera de lo normal en un micro para poder contar, al ritmo de la rica cumbia que hoy en día está de moda, empecé a observar cada detalle en la calle, me di cuenta que a pocas cuadras de donde vivo, volteando a la derecha, se pueden observar el cambio que hay en las calles como en las casas, el distrito al que me refiero es Surquillo, un lugar donde en cada esquina podemos encontrar harta basura y todavía en las mañanas, la gente va de aquí para allá, algunos con cara de preocupación, otros llevando el desayuno a sus casas, yo seguía mirando sin perderme un solo detalle, pero no puedo negar que habían momentos en los cuales me desconcentraba y empezaba a pensar en mí, en cómo me sentiría si viviera en un lugar así, donde tenga que pasar tal vez hambre y privaciones de cosas materiales.


El conductor creía que estaba en un bus parrandero o algo parecido porque el volumen estaba al máximo y ya no era cumbia lo que sonaba si no reggaetón, este género que causa sensación en la mayoría de jóvenes y me incluyo en la mayoría, pero no es recomendable escucharlo en las mañanas y mucho menos un domingo, porque empiezas a recordar que tal o cual canción la bailaste el sábado con el chico que te gusta o la quisiste bailar pero nunca te sacó, esas cosas pasan, pero volviendo al tema, en una esquina paró el carro e iban a bajar una niña de aproximadamente cinco años y su madre, lo que me pareció curioso fue como la mamá va a bajar primero y dejar atrás a la niña, pero el cobrador muy amablemente ayudó a la pequeña, porque es imposible que esas cortas piernas puedan bajar esos grandes escalones, ahora no sé si de verdad el cobrador fue amable al ayudarla a bajar o simplemente quiso acelerar a la niña para poder seguir, pero en fin, solo eso sabe el cobrador.


“Toda la Brasil, Salaverry, el Ejército… habla vas” gritando esas palabras el cobrador llamaba a la gente para que suban y así ganar dinero, me pregunto si estos señores o, en muchos casos mujeres, al gritar tanto y con este frío ¿no les dolerá la garganta? O ya debe ser la costumbre, supongo, pero lo peor no saben que fue, a pocas cuadras donde ya iba a bajar, se suben tres chicos súper "resaqueados" y las camisas fuera de los pantalones, se pusieron al costado mío y todavía empezaron a hablar, el olor era horrible, no quiero imaginarme como me veía yo cuando también salía tarde de las reuniones, o más bien “temprano”, y tenía que subirme al micro, prometo no volver a hacerlo, de verdad que fue muy incómodo para mí, felizmente dije – “baja en Vigil” - y pude respirar aire fresco de domingo mañanero.


Mi barriga sonaba del hambre que tenía, mi amiga y su enamorado me dieron el encuentro y los saludé con un fuerte abrazo efusivo como si no los hubiera visto en años y solo había pasado un día, eso es AMISTAD, pregunté qué micro tomaríamos para dirigirnos al rico Comas, al distrito que esperaba con ansias conocer, pero también con miedo, porque siempre dicen que esos lugares son un poco peligrosos, solo un poquito, así es que paramos el micro de la empresa América que decía ÚLTIMO PARADERO - CARABAYLLO, subimos y nos sentamos en la última fila de los asientos ya que de todas maneras íbamos a ser los últimos en bajar.


Eran las doce del medio día, saqué mi libreta una vez más y lista para apuntar, pero el señor que se encontraba a mi lado me miraba raro, que habrá pensado que estaba haciendo, o habrá pensado que estaba loca, pero yo solo sonreía. Llegando a Alfonso Ugarte, en el mismo óvalo para ser exactos, habían unas personas con trajes típicos peruanos, de la región andina para ser más específicos, danzando al ritmo de un bombo y platillos que otras personas tocaban y unos hombrecitos de morado cargando la imagen de un santo, la verdad es que no me percate de que santo era, pero de que era peruano, era peruano, me llamó la atención cuando las personas del micro empezaron a persignarse, unos lo hacían porque de verdad eran católicos, otros por monería, porque estoy segura de que ni siquiera sabían que santo era.


Pasaron unos minutos en los cuales me distraje por un momento ya que la conversación de mis dos amigos estaba interesante, estaban viendo el anuncio en el periódico haber si conseguían trabajo, más "finteros", pero así son. Pasaron unos diez minutos y se subió el primer ambulante ofreciendo caramelos en una mano y cargando a su bebé con el otro, con las mangas remangadas enseñando el terrible pasado que había tenido en la cárcel, cortes cicatrizados por fuera, pero sé que por dentro la herida sigue viva como el primer día que se lo hicieron, pero a mí en particular estas personas que suben y empiezan a decir que ha estado en tal penal por robo o asesinato y que ahora venden caramelos para ganarse la vida me dan tanta cólera porque asustan a los pasajeros que quieren viajar tranquilamente y llegar sanamente a su destino, nadie le compro un solo caramelo, quizás fue por miedo como les dije, quizás porque no querían ayudar o tal vez porque somos indiferentes al dolor humano, o como en mi caso que estaba con las justas para mi pasaje.


Lo más interesante fue que cuando se bajó sube una señora sin nada que ofrecer, simplemente dijo –“una limosnita por favor”- y parte de los que estábamos ahí la apoyaron ¿Alguien sabe porqué?, yo la verdad tengo muchas propuestas, pero prefiero dejarlo así.Ya estábamos llegando a Los Olivos, pasando la UNI, una universidad que intentando mil veces jamás entraría, nunca lo he hecho pero me gustaría, aunque ni tanto, porque después me voy a sentir muy pero muy ignorante.


Ahí sí me di cuenta del contraste tan notorio que hay de la zona donde vivo a la zona donde estaba llegando, personas que viven en los cerros, personas que comen de la basura, chicos y chicas de mi edad tomando en las calles, las caras de las personas mostraban dolor, tristeza, quizás de la impotencia de que nadie los ayude o tal vez porque ellos mismos no se pueden ayudar, pero tampoco no todo era así, también habían familias que salían a comer a algún puesto de comida que se encontraba cerca para así poder pasar un poco de tiempo juntos, tantas cosas se pueden ver en aquellos lugares que después de 18 años me doy cuenta que la vida allá afuera es otra distinta a la mía.


Pero aquí viene el gran “chongo” que hubo en el micro, se sube un vendedor de libritos de cultura general a solo un SOL, el señor preguntaba si sabíamos que significaba la palabra Machu Picchu, o que eran los valores, todos se miraban las caras, yo me sentí tan ignorante, la verdad nunca traté de saber cuál era el significado de una de las maravillas del mundo, y encina estando en el Perú y todavía siendo yo peruana, cuando el señor pasaba por cada uno de nuestros asientos nadie quiso comprar ese librito, yo creo que el hombre se molestó porque se puso a decir que el peruano era tan ignorante que teniendo la oportunidad de poder comprar un libro para culturizarnos preferimos darle la espalda y empezó a compararnos con los chilenos y etc, pero un pasajero se picó al ser comparado y se paró a decirle – ¿a dónde quieres llegar con eso?, ¿qué nos quieres decir?, ¡habla ps weon! – creo que esas palabras fueron más que suficientes porque de inmediato se bajó el vendedor y sin un solo sol, fue algo para nunca olvidar, la lección fue: Compremos un librito de cultura general y pongámonos a leer algo todos los días.


Nuria se quería bajar del micro, ya no aguantaba estar un solo momento más sentada, pero yo quería llegar a Carabayllo y ella no quería, así es que nos bajamos en la calle Túpac Amaru – Los Álamos en Comas, un lugar sumamente comercial y a la vez peligroso, pandillas de chicos en las esquinas mirando y eligiendo a sus presas, fue algo terrible pero yo tenía que tranquilizarme, la sensación de miedo y el ¿qué me pasará? lo dejé atrás y quise sentirme como uno de ellos, sino sentirían mi miedo y se irían encima mío.


Felizmente tenemos un amigo de la universidad que vive cerca de ahí, por ende lo llamamos para que nos viniera a recoger, nos llevó a su casa y conocimos a su familia, su mamá nos invitó a almorzar, así es que nos quedamos con gusto, mientras la señora Reyna preparaba el rico pisco sour y el suculento pollo al tau si decidimos jugar ocho locos para matar el aburrimiento y escuchando música, fue una tarde entretenida entre amigos.


Quien iba a imaginar que un trabajo de redacción iba a causar tantas emociones y sensaciones juntas, todos en la vida aprendemos de algo, por más insignificante que sea siempre tenemos que prestar atención, gracias a Dios escogí la carrera más bella que puede existir en este mundo, ser un comunicador social.

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